El nacimiento de Jesús, sin dudas, es parte de la encarnación del Verbo. Pero Dios no hizo énfasis en el nacimiento de Jesús. El ángel le hablo a Jose y a Maria, privadamente, de forma intima, los ángeles le hablaron a los pastores asustados, en la madrugada. Nadie mas los vio ni los escucho. Jesús nació en el sucio establo de Belen, y ni siquiera los de Belen se enteraron que el Mesías de Israel había nacido. Dios fue muy sobrio y privado con el nacimiento de Jesús. Ni siquiera revelo el día de su nacimiento. Dios no hizo énfasis en el nacimiento de Jesús, ni ha mandado a celebrar su nacimiento en un día especifico del año, eso es una invención humana que no pertenece a la Iglesia de Cristo.
Cuando nos quedamos allí en el pesebre, y le damos el énfasis que Dios no le dio, estamos dejando de poner énfasis en lo que Dios si hizo énfasis: ¡el ministerio mesiánico de Jesús!! Cuando nos quedamos extasiados por el balbuceo del bebe del mesón nos perdemos subir con el a Jerusalem y ver como discutía con los doctores de la Ley, nos perdemos hacer énfasis en imaginarnos la cara de Juan cuando vio al Cordero de Dios venir a el en el Jordán para ser bautizado y cumplir con toda justicia y mandamiento. Cuando nos aferramos a Belen, nos perdemos los grandes milagros de Galilea, nos perdemos aprender del Sermon del monte, nos pasan de largo las enseñanzas de sus parábolas, nos desentendemos de saber acerca del Reino de los cielos y con cuantas cosas lo comparo. Cuando nos enredamos en la fiesta navideña mundana con sus viajes y paseos de descuento no podemos meditar sobre la ultima visita del Mesías a Jerusalen montado en un burrito, no podemos llorar con el mirando a la ciudad amada desde lo alto, no podemos comprender porque se lamentaba sobre ella. Cuando nos aferramos en el énfasis del nacimiento, y en mezclarlo con esta fiesta mundana de la navidad, no podemos sentarnos con el en ese aposento alto donde comió por ultima vez con sus amados discípulos. No entenderemos bien como los preparo y para que los preparo.
Entretenidos con el árbol navideño, y los regalos no vamos a ver salir a Judas para traicionarle vendiéndolo por 30 miseras monedas de plata. Cuando nos dejamos envolver por ese místico y supersticioso «espíritu de la navidad» no podremos comprender como el Espíritu le sustento en esos momentos tan difíciles del Getsemani, cuando de rodillas clamaba por esa copa amarga que debía beber. Cuando nos quedamos extasiados al pie del pesebre, no podremos ver la multitud ingrata que le grita ¡crucificale!, no podremos ir con el por el camino del Golgota para comprender su dolor. Cuando nos quedamos sentados en el sucio piso del establo de Belen, no podremos decirle al mundo que fue lo que ocurrió en el monte Calvario, en una cruz romana.
Cuando nos dejamos arrastrar por el mercadeo mundano de esta fiesta mundana, no podremos meditar en el divino canje que hizo Dios en la cruz y decírselo al mundo.
Nos quedamos haciendo énfasis en Belen y no podemos decirle al mundo que la tumba no pudo contener al crucificado y que la piedra fue echada a un lado por el poder de Dios que le levanto al tercer día de los muertos para dar vida a los que estábamos muertos en delitos y pecados.
Cuando nos quedamos extasiados en Belen y en el pesebre, no le podemos anunciar al mundo, algo en lo que Dios si ha hecho énfasis: la segunda venida del Mesías en gloria y majestad! Ese evento no tendrá nada de intimo, privado ni silencioso. Todo ojo le vera, por eso todo oído debe escuchar su anunciamiento.
Cuando nos quedamos en Belen, hacemos énfasis en lo que Dios no hizo énfasis y paramos por un mes de decirle al mundo todo lo que Dios si quiere que le digamos y que no dejemos de decirle. El mundo no entiende lo que significa ¡feliz navidad! aunque lo repita por tradición, porque no conocen al que da esa felicidad, que no consiste en arbolitos alumbrados, regalos, comidas, y ropa nueva.
El mundo puede «celebrar» el nacimiento del niño Jesús porque ese niño del pesebre no les confronta con su pecado ni es el que les dice, «arrepiéntanse y dejen sus malos caminos».
¡El silencio del pesebre no puede apagar el grito de la cruz, «consumado es!
Iglesia, las palabras del profeta Samuel, no se las llevo el viento, todavía están escritas:
«¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.» (1Samuel 15:22)
¡Que Dios nos de sabiduría y entendimiento en todo!
En el amor del Señor,
Felipe Gonzalez,
presbítero activo en OCPC