«En la navidad celebramos el cumpleaños de Jesús»…..he escuchado muchas veces eso cuando llega esta temporada cada año. El arbolito adornado de bolas de colores y luces, los regalos al pie, adornos por todos lados, los mercados abarrotados satisfaciendo la fiebre de regalos que se desborda, comidas, anuncios, Santa Claus con su trineo, tarjetas de navidad, llamadas por teléfono, saludos eventuales de la gente en la calle, no importa si son cristianos o no, todos dicen «Feliz Navidad», arbolitos en los templos, en las licorerías, en los hogares de cristianos y no cristianos, todo parece estar bien, todo el mundo celebra lo mismo, la euforia navideña es innegable. Pero como los creyentes no deberíamos medir las cosas por los sentimientos humanos sino por la Palabra de Dios, es bueno analizar, no la forma de esta fiesta sino el fundamento, esto es, el nacimiento de Jesús, el cumpleaños de Jesús. ¿Que implicaciones teológicas tiene esta fiesta?La mayoría de las herejías cristologicas lo son porque unen o separan sus naturalezas, negando siempre una de las dos. Los cristianos trinitarios no separamos ni unimos las dos naturalezas sino que creemos, predicamos y enseñamos la unión hipostatica del Verbo de Dios, esto es, la unidad de la persona. Lo divino y lo humano no se mezclan, sino que se unen en una persona: Jesús, el Eterno Hijo de Dios.
En este cuadro aparecen extractadas las diferentes herejías cristológicas anti-trinitarias:

Ahora podemos comprender por que Dios oculto la fecha de su nacimiento y tampoco mando a celebrar su nacimiento, ahora podemos comprender las palabras apostólicas de que si un día conocimos a Jesús según la carne, ya no lo debemos conocer mas así.
«…y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.»(2 Corintios 5:16)
«El Hijo de Dios, la Segunda persona de la Trinidad, siendo verdadero y eterno Dios, igual y de una sustancia con el Padre, habiendo llegado la plenitud del tiempo, tomó sobre sí la naturaleza humana1 con todas sus propiedades esenciales y con sus debilidades comunes, aunque sin pecado2. Fue concebido por el poder del Espíritu Santo en el vientre de la virgen María, de la sustancia de ella3. Así que, dos naturalezas completas, perfectas y distintas, la divina y humana, se unieron
inseparablemente en una Persona, pero sin conversión, composición o confusión alguna4. Esta persona es verdadero Dios y verdadero hombre, un solo Cristo, el único Mediador entre Dios y el hombre5. 1. Jn. 1:1, 14; 1 Jn. 5:20; Fil. 2:6; Gá. 4:4.2. He. 2:14, 16, 17 y 4:15.3. Lc. 1:27, 31, 35; Gá. 4:4.4. Lc. 1:35, Col. 2:9; Ro. 9:5; 1 Ti. 3:16; 1 P. 3:18.5. Ro. 1:3, 4; 1 Ti. 2:5.(Confesión de Fe de Westminster, capitulo 8)
(Confesión Bautista de Fe, capitulo 8)